No se porque tengo un blog, ni para que vale.
Pero aquí está. Por si alguien se aburre tanto como para leerlo.

jueves, 24 de marzo de 2011

Canal de la Jenduda (Picos)

La canal de la Jenduda .

Del libro : PICOS DE EUROPA . Senderos y caminos por el Macizo Central.

Escrito por mi compañero y amigo José Luis Herranz. (con su permiso).Las fotos son mías.

“Comenzaremos a caminar en parking que existe junto a la estación inferior del teleférico de Fuente Dé. Allí es necesario atravesar la valla que separa la carretera de los pastizales que se encuentran colindantes. Procederemos a cruzarlos para ir enseguida en busca del sendero, que desaparece momentáneamente entre hayas y avellanos. El camino carretero comienza ligeramente a nuestra izquierda, inmediatamente después de pasar un abrevadero que hay para el ganado. Estos primeros centenares de metros por los que ahora marchamos en sentido ascendente coinciden con la subida hacia los Tornos de Liordes ,canal del Embudo y la Vega de Liordes. Inmediatamente después de dar comienza a este sendero, en una de las primeras curvas pronunciadas, que son visibles nada más salir del bosquecillo, una desviación perfectamente identificable a mano derecha nos apartará claramente de este camino para ir adentrándonos poco a poco en otra canal casi paralela, conocida como la canal de la Jenduda. Esta angosta garganta es un áspero tajo por la que el sendero se abre paso a través de dos enormes murallones para desembocar en los aledaños de Lloroza. El esforzado itinerario discurre a duras penas entre dos soberbias paredes: la de Peña Remoña, por la izquierda, y aquella en la que se sustenta la estación superior del Cable, que lo hace a la derecha.
El senderillo gana altura de forma suave y constante en su primera mitad. Según va progresando, cruza perpendicularmente al arroyo que se desprende majestuosamente hasta el circo de Fuente Dé, al que en épocas de gran pluviosidad puede vérsele formando una bonita cola de caballo que el viento mueve a su antojo. El aéreo trazado del camino puede igualmente percibirse desde la estación inferior de Fuente Dé.



El arroyuelo baja filtrado desde la parte alta, y al cruzar el sendero brinda la posibilidad de abastecerse de agua para lo que resta de camino. Merece la pena reposar unos minutos en este lugar para contemplar la fenomenal panorámica del circo que surgió a partir de la retirada de los hielos Cuaternarios. Hace falta mucha imaginación para suponer una masa helada que fuera capaz de excavar un cráter de semejantes proporciones.
Un poco más delante de este observatorio, el caminante transita prácticamente por debajo de la pendular trayectoria que realiza la cabina del teleférico en su constante ir y venir, momentos antes de alojarse en la estación superior o inmediatamente después de abandonarla. La presencia de caminantes en este enriscado sector suele ser causa de asombro para muchos de los turistas que se desplazan en la telecabina. Muchos de sus pasajeros desconocen la existencia de esta alternativa por la que nosotros hemos optado, representando, por otra parte, una atractiva posibilidad de ascenso. De ahí la sorpresa de muchos de sus ocupantes, que culmina cuando perciben con asombro cómo el pedestre itinerario se introduce, a falta de mejor terreno, por el seno de la angosta brecha. El mecánico ascenso salva un desnivel total de 753 metros a lo largo de los 1419 metros de cable que unen ambas estaciones.



La ascensión continua casi debajo de la trayectoria que siguen las incansables cabinas. El camino gira a la izquierda y va cogiendo altura .Después de salvar un pequeño contrafuerte, atestado de grandes bloques que dificultan momentáneamente la vista del que hasta aquí era un marcado camino, salimos otra vez a espacios más abiertos. Por esta zona de canchales se avanza con comodidad y no representa gran esfuerzo.





Inmediatamente aparece ante los ojos del caminante la canal propiamente dicha, a la que puede adivinarse a través de la gran hendidura. La inclinación y el terreno descompuesto, formado por una multitud de graveras, hacen de su ascenso uno de los más costosos, a lo que hay que añadir el generoso faldón cubierto de tojos que es necesario atravesar antes de entrar en su interior. Con su presencia este manto vegetal viene a entorpecer un poco más el ya de por sí esforzado avance. Quién ha resbalado y caído sobre estos arbustos con las palmas de las manos, o se ha sentado encima, en contra de su voluntad, sabe perfectamente lo que significan estos repelentes matorrales.






Una finísima vereda, muy resbaladiza cuando se acomete en sentido descendente, avanza con disimulo por el lugar más idóneo. Hasta llegar a un paso empotrado de rocas deslavadas que se salva gracias a una nudosa cuerda generosamente puesta allí.



En el tramo más apretado del camino se van acumulando los escombros que, sin otro remedio, fluyen canal a bajo ante la más leve presión de nuestras botas. En este punto será el propio caminante quién mejor podrá determinar el lugar por el que va a progresar, porque, en realidad, no hay camino bueno. La antigua senda que ascendía zigzagueando cómodamente por el interior de la canal desapareció como consecuencia de una inmensa riada que se precipitó canal a bajo tras romperse la masa de nieve que contenía las aguas en el jou situado unos pocos metros más arriba. La acumulación de hielo y nieve fue formando una gigantesca balsa que, llegado un momento, reventó llevándose consigo todo cuanto encontró a su paso.



El pedregoso sendero que ahora pisamos nosotros lo construyó “con especial dedicación” el anterior caminante que pasó por aquí, transformando a su vez aquel que heredó del anterior. Deberá escogerse, por tanto, de entre lo malo lo mejor, sobre todo cuando se acomete en sentido de descenso, ya que a la hora de ascender resulta “ligeramente” más llevadero.
Desespera contemplar con impotencia cómo el suelo retrocede sin excepción después de cada paso que damos, y, con él, nosotros, obligándonos a efectuar nuevamente el intento. Así una y otra vez. Con todo, el ganar la altiplanicie utilizando este aprisionado paso que, dicho sea de paso, en algunos tramos cuenta con una inclinación de entre 40º y 45º, es toda una experiencia.




Situados casi en la salida de la profunda cicatriz, observaremos como el terreno comienza a perder bravura, Será entonces necesario superar un pequeño rellano en su interior y dejar atrás las zonas encajonadas y claustrofóbicas, en las que paredones y estrecheces son protagonistas en todo momento. Estamos prácticamente asomando al final del enhiesto desfiladero, donde un último esfuerzo nos pondrá en los Hoyos de Lloroza.




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Superada definitivamente la canal, seguimos el sendero marcado con hitos que se desvía a la derecha, hasta alcanzar la cercana pista, que viene de la estación superior del Cable.

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